31.8.08

2

David Attenborough

Toma el aire y entra decidido en su seno,

descansa ahí un instante y muta,

transfigura a puro elemento,

a anhelo, a eterno mito, a fuga.

entonces gesta, florecimiento,

aún pronto parte, y en la quebradura

toma forma, como perla del sufrimiento,

pero así dolorido de forma, y sólo susurra.



Yo no estaba en el salón de mi casa. No eran las cuatro de la tarde. No era un documental en el canal dos de la televisión. No era un sueño. Era el final de un camino.

En la televisión la voz en off me explicaba todo lo que me estaba ocurriendo en mi interior, y lo disfrazaba de último capítulo de una serie documental de David Attenborough.

A dentro, el cazador, infatigable perseguía a su presa, nada ni nadie le detendría, el cazador había nacido para matar a su presa, y esta había nacido para resistirse y finalmente morir. Y yo, no era más que un mero espectador, sufriendo por las dos partes. ¿Contemplaba? aquel documental con los ojos cerrados (¿adoptó mi mano aquella postura que representaba las astas del animal o sólo lo soñé?, ¿fue esto una elucubración de mi mente o realmente aquella voz en off me lo dijo? ¿soñaba con los ojos abiertos? ¿estaba despierto pero en trance?).

La figura del cazador desnuda, su piel oscura siempre frente al sol, su delgadez extrema, y su expresión en trance.

Aquel animal astado, exótico, ancestral, corría, se ahogaba, su lengua ya no podía mantenerse en su boca, sus ojos deseaban salirse de sus órbitas. Agonía. Algo grande estaba apunto de ocurrir.

Yo mismo, contemplador, en mi trono, de testigo, el emperador, ojos cerrados, sufrimiento, alma retorcida, anudada a los huesos, atemorizada, ¿es este el final entonces?

Llega el momento. El cazador toma su lanza y da muerte al animal. Cae. Mi cabeza se abre. El cazador acaricia a la presa, se acerca a su oreja, le da las gracias, se disculpa. El animal habla.

-Yo sé tu nombre. Tú eres Moahdir.

- Yo sé el tuyo. Tú eres Madre. Yo te lo debo todo. Lamento tener que matarte.

- Acepto y te agradezco mi muerte, Moahdir. Eres libre. Tú y tu familia.

Soy, somos libres. Podemos marchar. Es hora de decir adiós. Paz al fin. He muerto, podré vivir. La carne se abre. Del vientre del animal todo se libera: Moahdir se reencuentra finalmente con su esposa, la Reina Negra, y con su hijo oscuro. Finalmente todo ha acabado. Moahdir ha finalizado su misión. Se marchan, vuelven a su Luna, que aún no sé si es la nuestra, y no miran atrás. Siento gran dolor por la pérdida, pero es mayor el alivio. El alivio de finalmente entender que ha llegado el fin de la agonía. Que he pagado por lo que hice y que todo ha quedado restablecido. Y todo el conocimiento adquirido me hará más fuerte.

El poder de una idea. Sabed que las ideas no son nuestras. Las ideas existen y no las creamos, sino que las tomamos o llegan a nosotros. Otra teoría me dice que, quizás, si llevamos tanto tiempo amando una idea, la idea toma forma real o semi-real, de una manera u otra. Y cuando esa idea persigue la libertad, nada va a detenerla hasta que lo consigue. Hasta que llega el momento adecuado y encuentra la forma y el cuerpo desde el que marcharse y ser libre, no parará de golpear, morder y gritar, hasta que escape.

Y las Madres, las Madres Fáusticas, contemplan, sonríen y aceptan, pero tienen sus reglas, y nadie puede desafiarlas. Y nadie, puede escapar de las Madres… ¿nadie? Quizás no nosotros, intermediarios, pero nuestras ideas quizás sin pueden huir. Sólo hay que perseguirlas incansables, hasta que encontramos una forma de abrir su vientre y partir.





24.8.08


1

Las Ideas Parásitas


La soledad y un océano infinito de páginas en blanco: Clipo, el clip del asistente de ayuda del procesador de textos, me miraba con curiosidad; presentía en él el nerviosismo, estaba esperando a que hiciera algo. Cambio su aspecto por el de un encantador gatito. Mil novecientas tres canciones pasean por el winamp de mi ordenador acompañándome en la travesía. La noche es propicia, el clima adecuado. Sólo tengo que comenzar, abalanzarme sobre el teclado para zarpar y contar Mi Historia. Todo el mundo tiene Su Historia, una historia que merece la pena ser contada, y sobre todo que merece la pena ser escuchada, o leída, y cada uno la cuenta a su manera; me preguntaba cómo demonios sería la mía. El gran problema era temer que la historia acabara a la deriva, en naufragio, como tantas y tantas veces en el pasado. El problema es que uno se siente muy pequeño en el océano de historias. Y suenan cantos de sirena que no le invitan a adentrarse en el océano, aunque sea para chocar contra las rocas, estas sirenas sugieren que todo es en vano, que no merece la pena el esfuerzo. Así que podemos empezar hablando de esta idea: El mayor enemigo de uno es uno mismo.

Uno no es uno, sino muchos. Muchísimos. Un ejército de pequeños unos viviendo de incógnito en las distintas áreas de nuestro cerebro, y quién sabe en qué más sitios. La personalidad es como un gran recipiente de ideas. Las ideas son seres vivos ajenos por completo a nuestra propia existencia. Las ideas son seres sin cuerpo que habitan en nuestra cabeza. Las ideas, luchan por salir de nuestro cuerpo en las más diversas formas: en forma de conducta, en forma de verbo, en forma de sueño, de historia, de dibujo… El arte, por ejemplo, en cualquiera de las formas que tiene el arte, son ideas que han logrado escapar porque han encontrado un recipiente, un continente en el que precipitarse, y en su nueva forma yacen y desde su nueva forma viajan a las mentes de otros para seguir cambiando su forma. De esta manera, las ideas buscan la inmortalidad.

Como los seres humanos, algunas ideas son ambiciosas, son Grandes Ideas, enormes como edificios, como buques de guerra, como galaxias algunas, y quedan agazapadas en la mente de uno, ocupando un enorme espacio en la cabeza del pobre incauto y también en su vida diaria. Lo peor es que estas ideas no van a parar hasta que consigan salir y en la forma que ellas desean, y utilizarán todo tipo de trucos sucios para conseguirlo: por ejemplo, a menudo se zampan otras ideas, y terminan creciendo y creciendo hasta serlo Todo en este mundo. Este tipo de ideas tan peligrosas pueden llegar a matarte. ¿Os habéis topado con alguna de esas ideas alguna vez?

En mi cabeza se hospedó una vez una de esas Grandes Ideas. Lo cierto es que era una idea un tanto torpe. Eso sí, tenía un apetito voraz y se tragaba toda pequeña idea que veía. Terminó convirtiéndose en una idea tan grande y obesa, pero tan confusa y disforme que al final ni ella sabía lo que quería, ni cómo debía salir de mi cabeza. Fue realmente un “parto” complicado.

Muchos conocerán la historia del parto de Palas Atenea. Atenea, la diosa griega de la sabiduría y la estrategia, nació de la cabeza de Zeus, con el casco de guerra y con la lanza. Si un hombre puede vivir un parto, sólo puede ser de esta manera. Atenea era una de esas Grandes Ideas, ¡y qué idea amigo!, contener todo el conocimiento existente en la cabeza de uno tiene que ser realmente molesto. Yo no sé lo que le debió costar a Zeus parir a Atenea con casco, pero mi parto no fue ni mucho menos sencillo: me parí a mi mismo, y a una tribu entera de seres que hoy habitan “allá arriba, en alguna luna oscura”.

Esta es la historia de la locura que me hizo cuerdo, es Mi Historia y no sé por donde va a comenzar.


Sobre mí

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Siempre he estado interesado en la comunicación y en las relaciones sociales, así que en 2001 comencé estudios universitarios de Psicología en Jaén y Nancy (Francia). En 2007 decidí emprender una nueva trayectoria profesional en el mundo de la comunicación y ventas. Simultaneé mi primer empleo como Agente Comercial con estudios de Comercio y Marketing. Pero la vida da un montón de vueltas y este cajón es muy pequeño. Conclusión, me he probado ya cien máscaras y todas me resultan incómodas.

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