9.6.11

Las hadas y el deseo

Los seres feéricos tienen esa capacidad sobre los humanos. Hay quien lo llama glamour. Es como algo mágico que emiten, como no sabemos lo que es, vamos a decir que es como un conjuro que tiene efecto en el corazón de los humanos. El caso es que no puedes resistir el sentimiento que provocan en ti. Entusiasmo puro. Euforia. Simplemente los adoras. Lo más parecido a las estrellas del rock. No importa cuan excéntricos, locos o incluso ridículos lleguen a ser sus actos, estando a su alrededor sentirás que son totalmente deliciosos y perfectos.

Mi encuentro con ellos fue puramente casual. No creo que exista otra manera de encontrarse con ellos, pues son esquivos. Supongo que este viejo soñador venido a menos tuvo un golpe de suerte. No sé bien cómo fue, pero debí acercarme mucho a ellos, y ellos saltaron, literalmente sobre mí.

Primero oí el golpe de un peso que caía sobre el cristal, sin romperlo. Miré arriba y allí estaban, mirándome tumbados en el techo acristalado (de un largo tunel subterráneo). No sé qué pensaban, no sé si están acostumbrados a ver humanos. No sé si les gustamos, no sé si ni siquiera pueden tener una opinión al respecto. Pero el caso es que despertaron mi conciencia, parcialmente, y es por eso que puedo contaros esto.

Él era gigantesco. Sólo llevaba puesto un pantalón negro y lucía una musculatura enorme, debía ser fuerte como un león, y también era rubio, aunque su pelo era tan corto que casi podía verle el cráneo. Ella en cambio era menuda y delgada, de piel sonrosada y cabello castaño. Grandes ojos azules en los que sin duda podría haberme quedado atrapado. Lucía las piernas con una falda de tul blanca (supongo que hay tradiciones que nunca se pierden), y la camiseta estaba adornada con perlas y pequeños abalorios de plata.

El glamour actuó como una droga, rápida y eficaz, en cuanto se acercaron. Cuando viajo suelo ser de lo más desconfiado, a menudo incluso agresivo, no me gusta que se me acerquen y de manera instintiva reacciono huyendo. Pero con los seres feéricos esto no funciona. No puedes huir porque simplemente no puedes desear una cosa así. Al contrario. Al segundo estaba en frente de ella, muy cerca, sorprendiéndome a mí mismo, sonriéndole como un bobo y lanzándole cumplidos sobre lo hermosa que era la ropa que llevaba. Ella en cambio no movía un musculo ni hablaba. Sólo sonreía. Es posible que no entendiera nada de lo que le estaba diciendo, o que simplemente no le importaba lo más mínimo. Me figuro que si saben del efecto del glamour poco les puede importar las alabanzas de un humano.

La pareja de hadas de pronto eran la cosa más increible que me había pasado en siglos, pero supongo que cuando dejé de llamarles la atención, ellos simplemente desaparecieron. Así que me puse a vagar por los túneles del subterráneo, y pronto me di cuenta de que más y más humanos estaban haciendo lo mismo que yo. Los tuneles empezaron a abarrotarse de gente y yo seguía a la marabunta, gente que en su mayoría parecía dormida, soñando, pero sin poder detenerse a pensar que estaban soñando. Y finalmente me topé con el lugar. Con el escenario.

Una enorme plaza subterránea, abarrotada de gente, y a un lado el escenario. Y en el escenario, aún más gente, y entre la gente, ellos. Los seres feéricos construían mientras cantaban.

Si os digo que no se trataba de un concierto me diréis que es claramente lo que parecía. Pero estos seres se dedicaban a construir y la música... la música parecía sólo la consecuencia de sus actos. Ella utilizaba grandes y pesadas máquinas: tornos, fresadoras y taladros, empleaba vidrio, bronce, oro... pero también elementos orgánicos: cacao, vainilla, ortigas... Y emitía un ruido ensordecedor, pero ese ruido, de alguna manera, ella conseguía controlarlo y se hacía rítmico, armonioso, bello, probablemente era parte de los efectos del glamour, pero también mientras sonaba, el hado cantaba con una voz suave que acariciaba y el resultado era de una belleza turbadora. Por otro lado, los seres feéricos construían objetos que no parecían tener ninguna utilidad, pero también estaban impregnados de aquel glamour irresistible que los hacía apasionantes y no podías perderlos de vista.

Así que al final, ¿cantaban o creaban?, ¿o creaban y cantaban? ¿o simplemente eran, y hacían porque eran? No lo sé. Yo sólo estaba conmocionado, enamorado de ambos, feliz, borracho de arte y belleza. Y les decía:

- Dime que no estoy soñando. Dime que mañana voy a acordarme de esto, y vais a seguir existiendo. Si no existís, os habría que inventar.

Y ellos sólo me miraban y sonreían, cantaban y creaban, rodeados de soñadores dormidos, como polillas, atraídos por la luz de los seres feéricos. Y yo también.

Y así pasé la noche hasta que entendí que era la hora de encontrar el camino a casa. Volver a casa suele ser sencillo. La casa de uno está de alguna manera atada a uno, y para volver sólo hay que desearlo. Pero esto a veces lleva su tiempo. Especialmente cuando caes en los enredos del glamour. No deseas marcharte, ¿cómo vas a desear volverte a casa cuando más te estás divirtiendo? E hice todos los preparativos. Y me despedí de ellos mil veces, sin dejar de recordarles lo guapos que eran y lo mucho que me gustaban, y caminé por los túneles del subsuelo sin mirar atrás, aún con lágrimas en los ojos y una sonrisa de oreja a oreja, tratando de retener en mi mente aquella música que se volvía más y más lejana. Pero en el umbral de la puerta, unas extrañas criaturas me aguardaban.

Me pilló por sorpresa, debe ser costumbre en esta parte del mundo. Mire atrás y allí estaban, idénticos, debían ser cuatro o cinco, me miraban, desafiantes. Su aspecto era humano, pero estaban bien despiertos y no sé qué pretendían de mí, pero no parecía bueno.

Ya os he dicho que soy desconfiado. No me paro a preguntar, si siento miedo reacciono. Nunca hago daño a nadie, evito usar el dolor, y sé que si tengo que enfrentarme a soñadores como yo, no hay gran cosa que temer, pues ellos también despertarán y quizás ni si quiera puedan recordar nada. Pero me curo en salud, es algo instintivo.

En un lugar como este la magia existe, y surge de la voluntad. Si hago patente mi voluntad, mi voluntad se hace patente. Suele comenzar con el verbo, o a veces gesticulo y muevo los brazos. Primero deseo hacerme invisible. Me concentro en mi cráneo para que esto ocurra, es como darle a un botón en mi cabeza. Nunca tengo claro que lo consiga, pero a veces funciona. Y después les grito para que se alejen de mí, levantando los brazos, extendiendo bien las palmas de las manos. Esto los mantiene a raya. A veces grito palabras que ni yo sé que significan. Pero funcionan. Sin duda son más antiguas que uno mismo, están ahí y simplemente las recojo. Me sorprendí a mí mismo. Quizás la noche de glamour me había dado fuerzas, ya que mi magia estaba funcionando muy bien. Aquellos seres estaban enormemente contrariados y sorprendidos. Y quedaron más sorprendidos cuando les grité:

- ¡Y ahora sois Uno!

Y en uno se convirtieron: Una fuerza invisible los pegó al instante, uno con otro. Los soñadores somos maleables, nuestra forma depende de la voluntad, y si la voluntad es lo suficiente fuerte puedes hacer cosas así sobre las formas de los otros. Es sencillo pero tienes que tenerlo claro. Yo lo aprendí sufriéndolo en mí. Os lo contaré más adelante.

Así que el conjuro los dejó desconcertados y no podía moverse. A veces pienso, pobres, quizás sólo querían que me quedara un rato más allí.

Pero quizás... eran parte de mí mismo. Teorizo con esta idea. Esas cosas ocurren. Si uno está dividido entre el deseo de quedarse, imbuido por el conjuro del glamour de las hadas, y la necesidad de volver a casa (como la Ceninicienta, uno tiene que volver antes de que suenen las campanadas del reloj), si la voluntad es fuerte, puede dividir en pedazos a uno. Pero el sentido de supervivencia prevalece, y quizás por eso fue mi voluntad que volvieran a ser uno. Quizás por eso deseé algo así. Quizás por eso pude marcharme sin mirar atrás. Y según salía a la superficie de aquel subterráneo, y sentí que llegaba a casa, pude oír, justo a tiempo, el sonido del despertador.

3 comments:

eρHedro said...

¡Cuántos mundos y qué poco tiempo!

duenda_descalza said...

Cierto que son deslumbrantes!!... yo también encontré el camino de regreso a casa, cada vez que puedo entro al sombrero otra vez.

elfa said...

Lo he leido para la noche de San Juan, por no tener hogueras que saltar. Me recuerda a la película "Donde viven los monstruos", y como siempre, yo me planteo si volver o quedarme. Besos élficos.


Sobre mí

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Siempre he estado interesado en la comunicación y en las relaciones sociales, así que en 2001 comencé estudios universitarios de Psicología en Jaén y Nancy (Francia). En 2007 decidí emprender una nueva trayectoria profesional en el mundo de la comunicación y ventas. Simultaneé mi primer empleo como Agente Comercial con estudios de Comercio y Marketing. Pero la vida da un montón de vueltas y este cajón es muy pequeño. Conclusión, me he probado ya cien máscaras y todas me resultan incómodas.

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