24.3.19

Epoxi


Las imágenes que disparaba el televisor no producían en mí el efecto de enorme trascendencia que pudieron tener en el pasado, cuando los canales estaban ingenuamente abiertos, después de haber recibido una oleada de luces tan intensa no podría discernir la magia del sombrero del ilusionista.
Pero las imágenes eran inusitadamente potentes y eso sí podia entenderlo con los lóbulos de la razón: El matrimonio recibía por correo un paquete, en su interior uno de esos bebés de latex, tan reales que parecen auténticos. Ella está encantada y enseguida se entusiasma con su "nuevo" bebé, él está reacio, igual que nosotros, espectadores, no logramos entender lo que estaba a punto de ocurrir y cómo la madre podía sentir tanta implicación por un ser inanimado. Ella enseguida empieza a actuar con su muñeca exactamente como si fuera un bebé real y él, aunque no lo comprende ni lo comparte, ama a su esposa y participa de la fingida paternidad con sumo respeto.

Hasta que un día, paseaban al bebé inanimado en su carrito de bebé y quieren entrar en una tienda, pero, el carrito no pasa por la puerta. 
- Quédate cuidando del bebé - dice ella - yo lo compro, ¿cómo dices que se llamaba lo que había que comprar?
-Epoxi...
Ella entra, pero al rato vuelve a entrar:
- ¿Cómo dices que se llamaba?
Él, que pierde los nervios, entra con ella y abandona, solo un segundo el carrito con el bebé inanimado. Tiempo suficiente para que una buena samaritana pasará y descubriera que un carrito con un bebé durmiente había sido descuidado. Señora que llama a la policía. Matrimonio que sale y descubre el embrollo. Discusión. La policía interviene, sugiere que hay indicio de delito de abandono. El marido no puede aguantar más, pierde los nervios y decide romper las mascarada: toma al bebé de un brazo y tira bruscamente de él para zarandearlo frente a la policía y la señora samaritana, ante la enorme sorpresa de estos y la absoluta descomposición de su esposa que no puede soportar lo que está viendo.

Guau, pienso yo, que historia tan increíble. Y me voy a la cama sin darle más vueltas. Pero subconsciente sigue ahí y a la mañana siguiente una sola palabra ha rondado mis sueños, "epoxi". No sabía lo que era, sin saber porqué la tenía asociada con la celulosa con la que hacen las mascarillas de los médicos. Pienso en googearla pero me olvido y vivo mi vida.

Pasan unos días. Mi padre me llama:

-Hijo, tu sobrina ha sufrido hipoxia.

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Sobre mí

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Siempre he estado interesado en la comunicación y en las relaciones sociales, así que en 2001 comencé estudios universitarios de Psicología en Jaén y Nancy (Francia). En 2007 decidí emprender una nueva trayectoria profesional en el mundo de la comunicación y ventas. Simultaneé mi primer empleo como Agente Comercial con estudios de Comercio y Marketing. Pero la vida da un montón de vueltas y este cajón es muy pequeño. Conclusión, me he probado ya cien máscaras y todas me resultan incómodas.

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