Tú no tienes más patria que la de tu cuerpo
y aún así, vas soñando el exilio.
Tú vas pretendiendo otros cuerpos ficticios
e inventas indicios como lechos muertos.
Tú vas eyaculándote entre sombras
y a cada orgasmo te nace una cobra,
se te abre un templo de aliento secreto,
se te engendra en las entrañas una soga.
Tú no tienes más patria que la de tu cuerpo,
largo tiempo exiliado de una vida incierta.
Mientras, van fallándole los pies al suelo
y la cabeza se te llena de espinas negras,
cuando la cruz girante va plateando tu pelo.
Tú no tienes más patria que la de tu cuerpo
Juan, pero aún se te olvida el hecho
de lo sagrado que sí existe en el pan tierno.
Se te olvida el poso amable del vino bueno,
se te olvida lo inasible del viento,
se te olvida la nobleza basta de mi aliento.
Tú no tienes más patria que la de tu cuerpo,
y aún vas soñando el exilio,
y vas llevando la cruz del muerto
como si no confiaras en sus designios.