Y ahora duerme mi pequeño. Estás cansado. Tan cansado. Pero duerme, yo inventaré para ti los dulces sueños que te reconcilien y alivien el dolor. Ya no hay temor, esto es un sueño. Ahora el dolor está ahí fuera, y no en tu interior. Tu alma es anciana pero ahora tu cuerpo está hecho de un flexible material, tus huesos son ahora blancos y fuertes, tu espalda se broncea con los rayos del sol. Tu perro ladra contento a tus pies y mordisquea tu entrepierna. Tu hatillo es ligero pero está lleno de sueños, siempre repleto, el viaje será largo, tan largo como tú desees, ahora no tienes que preocuparte por el tiempo, será tan largo como desees, de verdad. Ya sé quién eres, ¿lo sabes tú?

¿quién soy?

Lo sabrás, ¿quieres saberlo ya?

Dímelo, y dime quién eres tú.

Te lo diré, pero no lo entenderás. No eres más que un anciano ermitaño, atado de pies y manos, cabeza abajo, confuso; un ermitaño colgado del árbol de su propio hogar que esta noche sueña que es un loco. Y en cuanto a mí… Bueno, no soy más que un loco que sueña que es un ermitaño colgado del árbol de su hogar. Pero no, no pienses en ello ahora, ahora descansa, no te conviene despertar de este sueño, ¿es dulce verdad?, ¿no despiertes, déjate llevar y te amaré como sólo un loco puede amar... Ah, no quieres eso… Entonces te odiaré como sólo un loco puede odiar… ¿No es eso lo que buscas? Estoy confuso…

Yo estoy confuso.

Estoy seguro de que podemos llegar a una conclusión juntos. Toma tu hatillo. Voy a buscar a alguien que nos ayude a ambos. Aunque antes, tendremos que salvarla a ella.

¿Hablas de Nadia?

Es posible, aún no lo sé.