16.1.07

La Mansión


Al amanecer, Nadia pasea en un cochecito transparente y todo lo que ve de ella misma son sus piernecitas de bebé, morenas y rollizas flotando en el aire, meneándose sin ningún rumbo fijo. Ella no lo sabe pero pasea por Venecia, que se le antoja enorme y hermosa recibiendo la luz tenue pero acogedora de un nuevo día que se refleja en sus pupilas vírgenes. El cochecito gira y gira, rodea un canal, atraviesa un puente, baja la cuesta, llega a la amplia plaza y atraviesa la impresionante puerta de la mansión.


Al Mediodía, Jaime pasea por el vestíbulo de la mansión familiar. La luz entra rotunda por los enormes ventanales y las lujosas y blancas escaleras de mármol invitan a Jaime a ser exploradas. Jaime sube las escaleras, atraviesa las puertas, no sabe bien a donde va y no le importa. Los muebles del hogar son de fuerte roble, clásicos y acogedores, son inmensos y hermosos, gigantescos incluso para él. En cada vestíbulo una silla demasiado grande como para sentarse en ella le invita a seguir atravesando otra puerta, seguir subiendo otro peldaño más.


Al caer la Tarde, Antonio camina despacio por lo más profundo de la mansión. Las luces se han encendido, pero no recuerda bien que ha venido a hacer, cree que hay algo en el piso superior que debe ir a recoger, y no le queda mucho tiempo. En cambio camina despacio, va cargado de objetos que quiere llevarse fuera de aquí. Los candiles de la mansión le dan una luz mortecina a la estancia, él mismo lleva uno de esos candiles. La mansión sigue siendo impresionante, y está llena de objetos, hay pinturas en todas las paredes, la variedad es inmensa: paisajes, retratos, autorretratos, bodegones, naturalezas muertas, temas paganos y cristianos, de todas las épocas entre la Clásica y el Renacimiento…, todo tipo de muebles: sillas, sillines y silletas, sillones, butacas y butacones, sofás, sofás-cama, camas y camastros, armarios llenos de la más fina porcelana, estanterías plagadas de libros de dorados lomos y hermosas encuadernaciones, y mesas, mesitas, y toda clase de superficies cargadas de manjares, en sus platos y bandejas, vasos de cristal, cuberterías de plata, grandes hoyas de acero… Antonio sigue subiendo sin detenerse un momento antes de que se le olvide lo que ha venido a hacer, no puede entretenerse, atraviesa una puerta más. La puerta da paso a una enorme escalera de caracol.


Ha llegado la Noche, Juan sube las escaleras en la buhardilla de la mansión. Ha oscurecido. Las paredes de la mansión son de papel pintado, no puede distinguir su estampado pero cree que está compuesto por flores de lys. Los escalones son empinados, es una buhardilla. Juan no lleva candil alguno, y hace tiempo que perdió todo lo que llevaba encima, no recuerda que hace ahí pero sube las escaleras porque tiene vértigo y no quiere mirar abajo. Juan sube casi a oscuras y se pregunta de donde sale la luz que todavía alcanza a percibir, ve los destellos que surgen de algunos espejos que reflejan otros espejos y no puede verle ningún sentido, pero es demasiado tarde para detenerse a mirar. Juan sigue subiendo, y aún cuando ve que está alcanzando el último escalón que acaba en un tabique sin ventanas ni puertas, ni cuadros ni muebles, sólo aquellas flores de lys, ya no le queda tiempo para detenerse.

1 comment:

luca said...

:O oh my gosh !
jeejej t amo


Sobre mí

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Siempre he estado interesado en la comunicación y en las relaciones sociales, así que en 2001 comencé estudios universitarios de Psicología en Jaén y Nancy (Francia). En 2007 decidí emprender una nueva trayectoria profesional en el mundo de la comunicación y ventas. Simultaneé mi primer empleo como Agente Comercial con estudios de Comercio y Marketing. Pero la vida da un montón de vueltas y este cajón es muy pequeño. Conclusión, me he probado ya cien máscaras y todas me resultan incómodas.

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